Cosmofonía
Canto Rankül
Por María Isabel Serraino (Lonko comunidad Rosa Moreno Mariqueo)
y Javier Villalba (cantautor, Lic. Didáctica de la Música)
El canto ülkantun- del pueblo Rankül estuvo silenciado durante muchos años. La restitución de los restos de Panguitruz Gner o Nürü-Mariano Rosas- a Leubucó, trajo consigo el reencuentro de nuestro pueblo ranquelino que inició también un “ rüpu” - camino- de recuperación y visibilización de ritos, ceremonias y celebraciones ancestrales. kiñe rüpu, que nos reconectó con nuestra ñuke mapu, con la espiritualidad, la lengua, los seres sonoros -instrumentos-, las medicinas, entre otras prácticas, y formas de vivir en este mundo.
En ese transitar, reaparecieron las trutrukas, los kultrunes y pifilkas como instrumentos sagrados que no pueden faltar en las ceremonias de we tripantu -año nuevo, solsticio de invierno-, uniones matrimoniales, presentación de nuestros niños y niñas a buta chao Ngenechen. Re emergió la lengua, merced al trabajo en conjunto entre comunidades y la Universidad Nacional de La Pampa; allí estuvo el inconmensurable aporte de pu rakiduam -maestros- como Germán Canhue, Daniel Cabral, Nazareno Serraino, Diana Oliva, Luis Dentoni Yankamil, María Inés Canhué, entre muchas y muchos más, impulsores de la visibilización del pueblo ranquel en distintos aspectos como el económico, el social, el cultural y por ende el educativo.
Podemos decir también, que a casi 150 años de aquel genocidio llamado Conquista del Desierto, muchos cantos (por no decir ninguno) no pudieron ser recuperados. Pero la memoria ancestral de un pueblo originario siempre busca formas de expresión y, tanto el ülkatun como pu tayl (canto sagrado) empezó a tomar voz y ritmo en cantantes originarios de este presente. El tayl -canto sagrado-, que solo pueden cantar las mujeres y se transmite de generación en generación, tiene un tono penoso y está dirigido a vuta chao en momentos especiales, para agradecer o pedir. Se acompañan con el kultrun -instrumento que sólo tocan las mujeres-. La realidad nos dice que en estos días poco se sabe de esas melodías y los miembros de las comunidades poco recuerdan de aquellas “plegarias”.
Muy de apoco aparecen “pu werken”, mensajeros que eligen este “rupu”, de practicar la lengua ranquelina, ponerla en tensión con la contemporaneidad, a contrapelo del mercado musical (como un malón contra-cultural, valiéndose de los instrumentos, ritmos y géneros actuales), contando historias pasadas y presentes. Son la voces del silencio, que kurüw -el viento- logró llevar bien lejos aún.